miércoles, junio 13, 2012

EL LEÑADOR HONRADO


CLASIFICACIÓN:
VALORES - SINCERIDAD
AUTOR:
Esopo
EDAD:
 A partir de tres años
WEBGRAFÍA
http://sinalefa2.wordpress.com
QUE TRABAJAMOS:
La honradez






Había una vez un pobre leñador que regresaba a su casa después de una jornada de duro trabajo. Al cruzar un puentecillo sobre el rio, se le cayó el hacha al agua. Entonces empezó a lamentarse tristemente: ¿Como me ganare el sustento ahora que no tengo hacha?
Al instante ¡OH, maravilla! Una bella ninfa aparecía sobre las aguas y dijo al leñador: - Espera, buen hombre: traeré tu hacha.
Se hundió en la corriente y poco después reaparecía con un hacha de oro entre las manos. El leñador dijo que aquella no era la suya. Por segunda vez se sumergió la ninfa, para reaparecer después con otra hacha de plata. Tampoco es la mía dijo el afligido leñador. Por tercera vez la ninfa busco bajo el agua. Al reaparecer llevaba un hacha de hierro. - ¡Oh gracias, gracias! ¡Esa es la mía! Pero, por tu honradez, yo te regalo las otras dos. Has preferido la pobreza a la mentira y te mereces un premio.
El leñador dio las gracias, y colocó las hachas en su saco. Por el camino se encontró con su vecino. Era un hombre era muy codicioso a quien no le gustaba trabajar. Al saber lo que había pasado, corrió buscar un hacha vieja. Después fue al río a probar suerte. Al llegar a la orilla tiró el hacha al río, y empezó a llorar. No tardó venir la ninfa y  le preguntó el motivo de su tristeza.
— He perdido mi hacha en el río – dijo llorando. La ninfa se sumergió en las aguas y reapareció con un hacha de oro. — ¿Es esta tu hacha? – le preguntó.
— ¡Sí! – gritó él estirando la mano para cogerla. — Te equivocas – dijo el hada -, esta es la mía. La tuya está en el fondo. Si quieres recuperarla, zambúllete como yo.
Y el hada desapareció entre las aguas del río. FIN

EL GIGANTE DE LA MENTIRA


CLASIFICACIÓN:
VALORES - SINCERIDAD
AUTOR:
Desconocido
EDAD:
A partir de cuatro años
WEBGRAFÍA
http://ww.encuentos.com
QUE TRABAJAMOS:
Aprender a decir la verdad








¿Te has dado cuenta, mamá? El sol va a salir, eso significa que mi amiga Marita me va a visitar. ¡Es tan alegre! Cuando viene a casa pareciera que el sol viene con ella.
La mamá, conociendo la razón por la cual su hija Lucecita no podía ser como Marita, le dijo:
— Yo pienso que eso será porque Marita no sabe mentir. ¿Sabes? Cuando se le mira a la mentira ésta viene sólo con la intención de oscurecer a quien le da importancia, porque como es muy fea así nomás no se deja ver; entonces, la luz que todo lo ve, como no soporta a la mentira, se retira del corazón que no sabe apreciarla. Y esto es lo que te ha sucedido a ti porque a veces mientes, ¿o acaso no es así?
— ¡Ah!, yo no quisiera que se vaya mi luz, ya no voy a mentir, mamá.
— Está bien, ojala sea así, hijita.
Y, mirando el reloj, le dijo:
— Ya son las 5 de la tarde, te toca tu remedio.
— ¡Ah!, mi remedio –dijo Lucecita, ese remedio no me gusta.
— Pero tienes que tomarlo, hija, sino no vas a sanar de tu resfriado, ve y tráemelo.
Lucecita, mientras se dirigía al lugar donde se hallaba el remedio, pensó:
— ¿Y si lo escondo? Así me libraría de él y mi mamá pensará que se ha perdido. Pero si vuelvo a mentir, quien sabe venga la oscuridad a mi corazón. ¡Ah!, pero no me gusta el remedio.
— Mamá –le dijo–, no encuentro el remedio, parece que se ha perdido porque lo he buscado por todos lados y no está.
La mamá, conociendo que Lucecita había vuelto a mentir, le dijo:
— Tus ojos están caídos y tristes, ¿por qué será?
— No lo sé –le dijo Lucecita.
— Yo sé que has vuelto a mentir. ¡Qué pena!, porque si sigues así, la alegría que todavía se asoma por tu mirada ya no te volverá a sonreír.
Lucecita, al ver que su mamá la había descubierto, se dijo:
— Parece que a mi mamá no le puedo mentir, porque por más que me esfuerzo en ocultarle las cosas, ella, como adivina, todo me descubre. Qué vergüenza siento. Ahora, ¿qué le diré? Bueno, lo único que me queda es traer el remedio y hacerle caso.
Y así lo hizo.
La mamá, bastante triste por lo que le estaba sucediendo a su hija, le dijo:
— Lucecita, veo que la mentira ha empezado a crecer en tu corazón como un gigante egoísta, que no le interesa nada más que salir con su gusto. Fíjate, tú recién tienes 7 años, cuando seas mayor cómo será ese gigante, y si no encuentras la solución para sacarlo de tu corazón quien sabe ya no lo sacarás nunca, porque será de repente más astuto que tú. Mira, si así nomás cómo te tiene, por su culpa la luz que te hacía brillar, al ver que su cabeza fea empezaba ya asomarse por la ventana de tu corazón, salió corriendo. ¿Y sabes por qué? Porque fuiste tú la que permitiste eso, y eso a la luz no le gustó.
— ¡Qué pena, mamá! Y tienes razón, pero cómo haré para que el gigante de la mentira no siga creciendo, para que no me rinda ante sus pies.
— Bueno –le dijo la mamá–, dale la espalda, porque si sigues así te irá quitando la fuerza de tu espíritu que ahora todavía llevas, porque lo único que quiere es debilitarte día a día, porque él sabe que así te manejará a su antojo. Y es más, terminará por encarcelarte, y si esto te sucede va a ser muy triste para ti, porque te hará vivir el resto de tus días encerrada y terminarás por parecerte a él. ¿Eso quieres?
— No, mamá, ahora me estoy imaginando que debe ser horrorosamente feo.
— Qué bien, hija, entonces, síguete imaginando, porque todavía muestras un rostro bonito, porque eres pequeña, y como la luz sabe que todo lo haces con inocencia se compadece de ti, y por momentos regresa y se vuelve a quedar contigo.
— Entonces, la inocencia es buena.
— Así es –le dijo la mamá–, es muy buena, linda y pura, y habita en los corazones de todos los niños. Pero bueno, ¿qué has pensado hacer? Dime, porque todavía estás a tiempo para librarte del gigante.
Lucecita le dijo:
— No lo sé todavía. ¿Qué me aconsejas, mamá?
— Te aconsejo que mires al cielo y le pidas a Dios que te mande sus fuerzas.
— Pero, ¿tú crees mamá que Dios me querrá escuchar? Como Él lo ve todo sabe que he mentido muchas veces.
— Dios es infinitamente bueno –le dijo la mamá–, te va a escuchar, sólo quiere que lo busques con arrepentimiento de corazón y vas a ver cómo va a compartir sus fuerzas contigo.
Lucecita, después que escuchó a su mamá, hizo exactamente lo que le aconsejó, y mirando al cielo con el corazón ya arrepentido, dirigiéndose a Él, le dijo:
— Dios mío, Tú lo sabes todo, y sabes que he mentido muchas veces, pero ya no deseo seguir mintiendo, ayúdame por favor, porque no quisiera que el gigante de la mentira me atrape, porque es tan malo que seguramente no va a querer parar hasta dejarme sin vida. Y yo quiero vivir alegre y feliz como mi mamá y toda mi familia.
Y mientras oraba, a Lucecita le pareció ver que el cielo se iluminaba con el mismo resplandor, como era antes cuando todavía no conocía a la mentira. Entonces, comenzó a apreciar con más alegría al sol, a los árboles, a las flores y a todas las personas.
La mamá, al ver a Lucecita que se encontraba nuevamente alegre y radiante, se dio cuenta que Lucecita había aprendido una gran lección.
— Qué bien, Lucecita, veo que ahora la luz de Dios siempre te acompañará a donde vayas; por lo tanto, ya no existirá nada que te haga caer desde el lugar donde ahora te encuentras, porque con la sonrisa que llevas, hace que yo te vea como si estuvieses viviendo en el mismo cielo.
Y abrazándola con mucho amor, le volvió a decir:
— Mañana seguimos conversando porque ya es hora de dormir. Que Dios te bendiga, hijita.
Y a ti también, mamá, –le dijo Lucecita. FIN

martes, junio 12, 2012

SINCERIDAD


CLASIFICACIÓN:
VALORES - SINCERIDAD
AUTOR:
Violeta Monreal
EDAD:
 De 6 a 9 años
WEBGRAFÍA
http://www.violetamonreal.com
QUE TRABAJAMOS:
La sinceridad







La SINCERIDAD es un sentimiento delicado y sensible. Te hace sentir tranquilo y satisfecho. La SINCERIDAD de Sofía se pondrá a prueba en el caso del "Elefante que se escapó de un circo". FIN

EL NIÑO SUPÉR CAMPEÓN


CLASIFICACIÓN:
VALORES - SINCERIDAD
AUTOR:
Pedro Pablo Sacristán
EDAD:
A partir de tres años
WEBGRAFÍA
http://cuentosparadormir.com
QUE TRABAJAMOS:
Honradez y juego limpio.





Había una vez un niño al que lo que más le gustaba en el mundo era ganar. Le gustaba ganar a lo que fuera: al fútbol, a los cromos, a la consola... a todo. Y como no soportaba perder, se había convertido en un experto con todo tipo de trampas. Así, era capaz de hacer trampas prácticamente en cualquier cosa que jugase sin que se notara, e incluso en los juegos de la consola y jugando solo, se sabía todo tipo de trucos para ganar con total seguridad.
Así que ganaba a tantas cosas que todos le consideraban un campeón. Eso sí, casi nadie quería jugar con él por la gran diferencia que les sacaba, excepto un pobre niño un poco más pequeño que él, con el que disfrutaba a lo grande dejándole siempre en ridículo.
Pero llegó un momento en que el niño se aburría, y necesitaba más, así que decidió apuntarse al campeonato nacional de juegos de consola, donde encontraría rivales de su talla. Y allí fue dispuesto a demostrar a todos sus habilidades, pero cuando quiso empezar a utilizar todos esos trucos que sabía de mil juegos, resultó que ninguno de ellos funcionaba. ¡Los jueces habían impedido cualquier tipo de trampa!
Entonces sintió una vergüenza enorme: él era bueno jugando, pero sin sus trucos, fue incapaz de ganar a ninguno de los concursantes. Allí se quedó una vez eliminado, triste y pensativo, hasta que todo terminó y oyó el nombre del campeón: ¡era el niño pequeño a quien siempre ganaba!
Entonces se dio cuenta de que aquel niño había sido mucho más listo: nunca le había importado perder y que le diera grandes palizas, porque lo que realmente hacía era aprender de cada una de aquellas derrotas, y a base de tanto aprender, se había convertido en un verdadero maestro.
Y a partir de entonces, aquel niño dejó de querer ganar siempre, y pensó que ya no le importaría perder algunas veces para poder aprender, y así ganar sólo en los momentos verdaderamente importantes. FIN

MAZAZOS


CLASIFICACIÓN:
VALORES - SINCERIDAD
AUTOR:
Pedro Pablo Sacristán
EDAD:
A partir de tres años
WEBGRAFÍA
http:cuentosparadormir.com
QUE TRABAJAMOS:
No existen las pequeñas mentiras piadosas

Daniel tenía un don especial: era el único capaz de ver el "mazo de la verdad" de todo el mundo. Al principio no sabía qué era aquel gran bloque de hierro que sólo él veía sobre las cabezas de toda la gente, pero con el tiempo, se dio cuenta de que estaba relacionado con las mentirijillas, esas que la gente dice para evitar herir a alguien, molestarle o contrariarle. Daniel había comprobado que cada vez que a una persona le contaban una de esas pequeñas mentiras piadosas, el mazo se separaba un poco más de la cabeza, subiendo hacia arriba.

Así que cuanto más engañado estaba alguien, más lejos de la cabeza tenía el mazo. Al principio, a Daniel le hacía mucha gracia ver mazos verdaderamente altos, hasta que un día descubrió que los mazos también caían: cuando la persona descubría la verdad, era como si ya nada sostuviera el mazo en lo alto, y éste bajaba de golpe, machacando a quien estaba debajo. "Es curioso", pensó al ver en directo uno de aquellos porrazos, "toda esa gente trataba de evitar que este pobre señor sufriera, pero lo único que hacían era... ¡Coger carrerilla para darle más fuerte!"

Aquel descubrimiento le pareció tan importante a Daniel, que escribió un estupendo libro sobre el tema. Todos le contaron lo mucho que les había gustado y lo buen escritor que era; le hicieron entrevistas y empezó a dar a conferencias y a sentirse genial por estar ayudando a tanta gente. Hasta que un día alguien le pidió que le firmara un ejemplar de su libro. Lo abrió, y vio que estaba vacío... y sólo tuvo tiempo de mirar arriba antes de recibir su gran mazazo.

Nadie lo había leído. Un error de imprenta hizo que saliera vacío. Con tantas ilusiones destrozadas de golpe, Daniel tuvo fuerzas para sonreír. Verdaderamente, hacía falta un libro como el suyo... FIN


EL CONEJO QUE CRUZO EL MAR


CLASIFICACIÓN:
VALORES - SINCERIDAD
AUTOR:
Lucia collado
EDAD:
A partir de cuatro  años
WEBGRAFÍA
http: luciacollado.blogia.com
QUE TRABAJAMOS:
Si nos aprovechamos con mentiras de otras personas, al final seremos nosotros los que sufriremos

Hubo una vez un conejo blanco que quería cruzar el mar.  A través de las olas podía ver una bella isla y  deseaba mucho ir ahí.  Pero él no podía nadar y ahí no había botes.  Entonces, tuvo una idea.  Llamó a un tiburón en el mar y le dijo: “OH!, señor tiburón, cuál de nosotros tiene más amigos, usted o yo?”
“Yo estoy seguro que yo tengo más amigos”, dijo el tiburón.
“Bien, vamos a contarlos para estar seguros”, dijo el conejo.  “Porqué no pone usted sus amigos en fila en el mar entre aquí y esa isla allá?, entonces yo puedo contarlos.”
Así, todos los tiburones hicieron una fila en el mar, y el conejo fue saltando sobre la espalda de un tiburón a la del siguiente, contando, “uno, dos, tres, cuatro...”.  Finalmente, llegó a la isla.
Entonces, se tornó hacia los tiburones y dijo:  “Ja, ja!, ustedes son estúpidos tiburones.  Yo verdaderamente los engañé.  Los utilicé para hacer un puente para mi, sin ustedes ni siquiera saberlo.”
Los tiburones se pusieron muy enojados.  Uno de ellos alcanzó al conejo con su largo hocico y le arrancó un pedazo de su piel.
“OH, esto duele!”, gritó el conejo y comenzó a llorar.
Justo entonces, llegó ahí el rey de la isla.  Le preguntó al conejo qué le pasaba, y cuando escuchó el relato del conejo, le dijo:  “Tu nunca más debes engañar  a los
demás y decirles mentiras otra vez.  Si tu prometes ser bueno, yo te diré como puedes recuperar tu pelo de nuevo.”
“Oh, lo prometo, lo prometo”, dijo el conejo.
Fue entonces, que el rey amontonó algunos juncos e hizo un nido con ellos .  “Ahora, duerme toda la noche, ahí en este nido de juncos”, dijo el rey, “y tu pelo crecerá de vuelta.”
El conejo hizo como se le dijo.  A la mañana siguiente fue adonde el rey y dijo: “muchas, muchas gracias!, todo mi pelo creció de nuevo y yo estoy bien otra vez.  Gracias!, gracias!, gracias!”
Entonces el conejo fue saltando a lo largo de toda la playa, bailando y cantando.  Y nunca más trato de engañar o burlarse de nadie de nuevo. FIN

jueves, junio 07, 2012

LAS ÁGUILAS QUE APRENDIERON A VOLAR EN OTOÑO


CLASIFICACIÓN:
EMOCIONES - MIEDO
AUTOR:
Desconocido
EDAD:
A partir de 18 meses
WEBGRAFÍA
http://cuentoscortosparaniños.com
QUE TRABAJAMOS:
Enfrentar los temores








En una montaña muy alta, se encontraba un papá águila entusiasmado por enseñar a sus pequeños hijos águilas a volar. Normalmente, las águilas recién nacidas aprenden a volar en los días de verano pero ya era otoño y los pequeños que habían nacido cuando acababa el verano, debían aprender a volar en otoño, si no, debían esperar hasta el próximo verano. El águila decidió que sus hijos no debían esperar un año, así que los llevó a la parte más alta de la montaña. El cielo empezó a oscurecerse y a llenarse de nubes densas y grises mientras las pequeñas aves se tornaron muy asustadas y desanimadas al ver eso. No se atrevían a volar al ver que el cielo ya no estaba azul y sin el sol del verano.

Su padre, el águila, al ver lo que pasaba con sus hijos, los llevó despacio, poco a poco; para demostrarles que el cielo se ve muy distinto por encima de las nubes. Poco a poco tuvieron más confianza en su padre al verlo volar sin que le pasara nada y empezaron a volar ellos también. En unas semanas, los pequeños ya eran expertos y no le temían a volar alto en otoño. FIN

MI PEQUEÑO MUNDO SE HA ROTO


CLASIFICACIÓN:
EMOCIONES - TRISTEZA
AUTOR:
Pedro Pablo Sacristán
EDAD:
A partir de tres años
WEBGRAFÍA
http:www.cuentosparadormir.com
QUE TRABAJAMOS:
Superación y adaptación a los cambios


Había una vez un muelle que vivía tranquilo y seguro dentro de su bolígrafo. Aunque oía muchas cosas procedentes del exterior, vivía creyendo que fuera de su mundo, el bolígrafo, no había nada bueno. Sólo pensar en dejar su bolígrafo le daba tal miedo que no le importaba pasar su vida encogiéndose y estirándose una y otra vez en el minúsculo espacio del boli.
Pero un día, se acabó la tinta, y cuando su dueño lo fue a cambiar tuvo un despiste. El muelle saltó por los aires y fue a parar al desagüe del lavabo, y por ahí se perdió de vista. El muelle, aterrorizado y lamentándose de su suerte, atravesó tuberías y tuberías, pensando siempre que aquello era su fin. Durante el viaje por las cañerías no se atrevió a abrir los ojos de puro miedo, sin dejar ni un momento de llorar. Arrastrado por el agua, siguió, siguió y siguió, hasta ir a parar a un río; cuando la corriente perdió fuerza, al ver que todo se calmaba, dejó de llorar y escuchó a su alrededor, y al oír sólo los cantos de los pájaros y el viento en las hojas de los árboles, se animó a abrir los ojos. Entonces pudo ver las aguas cristalinas del río, las piedras del fondo, y los peces de colores que en él vivían y jugaban, y comprendió que el mundo era mucho más que su pequeño bolígrafo, y que siempre había habido muchas cosas en el exterior esperando para disfrutarlas.
Así que después de jugar un rato con los peces, fue a parar a la orilla, y después a un campo de flores. Allí escuchó un llanto, que le llevó hasta una preciosa flor que había sido pisada por un conejo y ya no podía estar recta. El muelle se dio cuenta entonces de que él podía ayudar a aquella flor a mantenerse recta, y se ofreció para ser su vestido. La flor aceptó encantada, y así vivieron juntos y alegres. Y siempre reían al recordar la historia del muelle, cuando pensaba que lo único que había en la vida, era ser el triste muelle de un bolígrafo. FIN

PABLITO Y SU MIEDO A LA OSCURIDAD

 
CLASIFICACIÓN:
EMOCIONES - MIEDO
AUTOR:
Desconocido
EDAD:
A partir de tres años
WEBGRAFÍA
http://cuentoscortosparaniños.com
QUE TRABAJAMOS:
Enfrentar los temores








Pablito era uno de los tantos niños que le temían a la oscuridad. Un día se quedó solo en su casa pues sus padres habían ido a una reunión y no tuvieron con quien dejarlo. Pablito se quedó tranquilo jugando Play Station 3. Pero de pronto, hubo un apagón (se fue la energía eléctrica) y Pablito se quedó mudo del susto. No sabía qué hacer. Entonces Pablito se fue a su cuarto a buscar una linterna pero no la encontraba. Pablito entró en pánico porque le tenía miedo a la oscuridad y no encontraba la linterna. Pablito veía que una sábana se movía en el aire (para él era un fantasma), oía voces extrañas (para él eran espíritus) y escuchaba golpes (pensó que venían los zombies a comérselo). Pablito lo único que pudo hacer era entrar a su cuarto y meterse en una pequeña carpa que tenía en medio de su habitación.
Cuando los padres de Pablito llegaron a la casa (1 hora luego de que Pablito estuvo llorando), la mamá abrazó fuerte a su hijo y le dijo que la oscuridad no debería darle miedo por ningún motivo. Pablito dijo: “¿De verdad?…. pero si yo veo en la televisión como es que todo lo malo sucede en la oscuridad“. Les había contado que había visto un fantasma, que había escuchado voces del más allá, que había sentido espíritus en la casa y que había escuchado a zombis acechar la casa.
Los padres le explicaron lo que había ocurrido: El fantasma en realidad era una sábana estirada en un cordel en la cocina ya que estaba lloviendo y no la pudieron colgar en el patio. Las voces del más allá habían sido realidad unos vecinos que habían estado discutiendo y no eran espíritus. Por último los golpes no habían sido de zombis sino que era Bobby, el perrito de la casa que Pablito había olvidado a causa de su miedo. FIN

miércoles, junio 06, 2012

EL PAÍS DE TUS MIEDOS


CLASIFICACIÓN:
EMOCIONES - MIEDO
AUTOR:
Paco López Muñoz
EDAD:
A partir de dos años y medio
WEBGRAFÍA
http://cuentoscortosparaniños.com
QUE TRABAJAMOS:
Enfrentarse al miedo





Había una vez una niña que se llamaba Julia. Tenía miedo de muchas cosas. Tenía miedo en la oscuridad, tenía miedo de quedarse sola, también tenía miedo cuando veía a mucha gente, tenía miedo de los perros, de los gatos, de los pájaros, de los desconocidos, tenía miedo al agua de la piscina y de la playa, tenía miedo del fuego, de los truenos, de las tormentas, tenía miedo de los monstruos de los cuentos, tenía miedo de ponerse enferma, o de que su mamá enfermara, tenía miedo de ir al cole, de caerse o hacerse daño jugando…
Tenía tanto miedo que nunca salía de casa para no caerse, enfermar, encontrarse con algún perro o persona desconocida. Pasaban los días y Julia miraba por la ventana, veía jugar a los niños y niñas, veía como corrían y se divertían. Su mamá le decía: “¿por qué no vas a jugar con ellos?” Pero Julia se sentía muy triste porque tenía mucho miedo y no quería salir de casa. Llegaba la noche y Julia temblaba de miedo en su cama, todo estaba muy oscuro y no se oía nada, le daba miedo el silencio y la oscuridad de la noche, así que se levantaba y, sin hacer ruido, se metía en la cama de sus papás, allí se sentía protegida.
Una noche, mientras dormía entre mamá y papá, la cama comenzó a temblar, se movía tanto que Julia se despertó sobresaltada. ¡Terremoto, hay un terremoto! Sus papás parecían no notarlo. Julia se puso de pie en la cama, comenzó a saltar y gritar para despertar a sus papás, entonces un gran agujero se abrió en el centro. Julia cayó dentro y bajo por un tobogán que le dejó en un bosque tenebroso y oscuro. Se levantó del suelo y miró a su alrededor: “¿dónde estoy? Está muy oscuro, tengo miedo. ¡Mamá! ¡Papá! ¡Venir a por mí!”
Nadie parecía oírla, así que Julia pensó que tenía que salir de ahí, se levantó y comenzó a andar. Enseguida encontró un camino y decidió seguir andado por él para ver dónde le llevaba. “¡Qué silencio, no se oye nada! ¡Tengo miedo!” Julia se acordaba de mamá y papá, se sentía sola y tenía más miedo aún. Cansada de andar se sentó junto a un árbol, se sentía tan triste que empezó a llorar.
Entonces oyó un ruido “¡uuhhhh! ¡ohohoho! ¡uuuhhhh!” Julia miraba a un lado y a otro y no conseguía ver nada, un gran pájaro volaba sobre su cabeza, Julia temblaba de miedo. El pájaro desapareció, volvió el silencio. Por un momento Julia dejó de temblar, pero entonces oyó ladrar a un perro, parecía que estaba furioso, luego otra vez volvió el silencio… Julia cerró los ojos y se dijo a sí misma: “no tengo miedo, no tengo miedo, no tengo miedo, no tengo miedo, no tengo miedo…” Cuando abrió los ojos, tenía delante de ella un gran perro negro. Julia se quedó paralizada, el miedo no le dejaba ni parpadear, tenía ganas de gritar, de llorar, de pedir ayuda, pero el miedo no le dejaba moverse, ni hablar, ni gritar, ni siquiera podía llorar.
El perro se acercó aún más, se sentó frente a ella y le dijo:
- ¡Me tienes harto! Estoy cansado de que seas una miedica, nunca he conocido a una niña con tantos miedos. ¡Eres la Reina del Miedo!
Julia seguía paralizada y con la boca abierta, pero no de miedo sino de asombro, ¡le estaba hablando un perro! O, mejor dicho, ¿le estaba regañando por tener miedo? Julia no daba crédito a lo que veía y oía.
- ¿Es que no vas a decir nada? ¿Se te ha comido la lengua un gato? ¡Ah, se me olvidaba que también te dan miedo los gatos!
- ¿Quién eres tú?
- ¿Qué quién soy? Soy Dog, el guardián de tu bosque.
- ¿Mi bosque? – Julia miraba a su alrededor, observando el bosque en el que se encontraba.
- Sí, tu bosque, el bosque de tus miedos. Aquí viven todos tus miedos: los perros, los gatos, los pájaros, los monstruos, la oscuridad, el silencio, los ruidos, la soledad, las tormentas, el agua, los truenos… ¡Este es el bosque más grande que conozco! ¡Me das demasiado trabajo! ¡No puedo controlar un bosque tan grande! Tienes que hacer algo.
- Pero, no entiendo, ¿quién ha creado este bosque?, ¿por qué dices que es mío? y ¿que yo te doy mucho trabajo?
- Te lo voy a explicar más despacio… ¡Hola! Soy Dog, soy el perro que guarda el bosque de tus miedos, este bosque lo has creado tu solita, aquí vas metiendo todas las cosas, animales y personas que te dan miedo. Es un bosque muy grande, demasiado grande, porque tienes miedo de demasiadas cosas. ¿Quieres que te lo enseñe? Sígueme.
Dog y Julia recorrieron el bosque y Julia pudo ver todas las cosas, animales y personas que le daban miedo. Después de haberlo visto todo, se sentó en un claro del bosque. A su alrededor tenía nubes negras, perros, gatos, pájaros, tormentas, desconocidos, fuego y tantas cosas que le daban miedo.
- Estoy cansada de que me sigan todas estas cosas. ¿Puedes decirme qué tengo que hacer para no tener miedo?
- ¡Al miedo hay que asustarle! – le dijo Dog.
- ¿Asustar al miedo? ¿Y eso cómo se hace?
- Muy fácil. ¿Tú cómo asustas a un amigo?
- Me escondo y, cuando no se lo espera, salto y con cara de monstruo le grito: ¡¡Buuuuhhh!!
- ¡Muy bien! Pues eso mismo tienes que hacerle al miedo.
- Pero, ¿dónde está el miedo?
- Espera, que ahora mismo te lo traigo.
Dog desapareció entre los árboles y al poco rato apareció trayendo consigo algo muy grande que venía tapado con una tela negra. Julia se quedó con la boca abierta.
- ¡Que me trae el miedo! –pensó.
Y al instante se puso a temblar. Dog colocó delante de ella aquel bulto tan grande y le dijo:
- ¡Prepárate!– Julia volvió a quedarse paralizada.– ¡He dicho que te prepares! ¡Confía en mí! Pon cara de monstruo y prepárate para darle un buen susto al miedo. Cuando estés lista, dímelo y le descubro.
Julia se armó de valor, puso la cara más fea que había puesto nunca, levantó las manos como si fueran garras y gritó muy muy fuerte “¡¡¡¡Buuuuuhhhhh!!!!” Al instante Dog retiró la tela que cubría al miedo y ¡sorpresa! Julia se vio reflejada en un gran espejo, como se vio tan fea y haciendo de monstruo, le dio un ataque de risa
- ¡Jajajaja Jajajaja! ¿Pero qué broma es ésta? ¡Si soy yo!
- No es ninguna broma, Julia – le dijo Dog.– El miedo no existe, lo creas tú misma. ¿Volverás a tener miedo?
- ¿Miedo? ¿De quién? ¿De mí misma? ¡No!, pero si yo no doy miedo. ¡Buuuhhh! –Gritaba Julia frente al espejo. – ¡Jajajajajaja! Nunca me había reído tanto.
Mientras decía esto, los animales empezaron a desaparecer, las tormentas, el fuego, el agua, y también el bosque; el bosque empezó a hacerse pequeño, muy pequeño.
- ¡Gracias, Julia! – le dijo Dog.
- ¡No! ¡Gracias a ti, Dog! Por enseñarme al miedo.
A la mañana siguiente, Julia se despertó en su habitación, su mamá extrañada fue a buscarla
- ¡Julia, no has venido esta noche a nuestra cama!
- Sí, mamá, pero ahora soy valiente y pensé que podía dormir sola en mi cama.
A partir de aquel día, Julia dejó de tener miedo y volvió a ser feliz, a salir a la calle, a jugar con sus amigos e incluso llegó a tener varias mascotas. Recuerda: al miedo hay que asustarle. FIN